Claudia Peña Salinas - Tlarrandacán

Del 4 de septiembre al 19 de septiembre del 2025.
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Casa Gilardi (1975-1977)
En la historia de la arquitectura mexicana, Luis Barragán (1902-1988) abrió un espacio de exploración inédito donde los colores vibrantes de las paredes y la luz natural que filtran las ventanas dieron lugar a un intenso intercambio de cooperación cromática. Sobre espacios contenidos por rugosas texturas, sobre el agua que duerme en tinas de piedra y sobre jardines salvajes que devoran todo lo que encuentran a su paso, Barragán pintó —y siempre tuvo plena consciencia de esta experiencia visual— espacios incandescentes en los que el aire de las habitaciones y las terrazas cobijan plácidamente a las miradas más exigentes. Plagadas de libros de arte, discos de vinilo, muebles y objetos tribales, sus moradas son lugares de reposo. La arquitectura conventual de nuestro autor ofrece una base de recogimiento espiritual para que el alma se emancipe sin límite. Por ello, la obra de Barragán ha sido, y sigue siendo de muchas maneras, un espacio único para la contemplación y el deleite.

Entre las obras maestras del último periodo de Barragán sobresale la Casa Gilardi, hogar diseñado para los conocidos publicistas y socialités capitalinos Francisco Gilardi y Martin Luque (entre 1975 y 1977), que, gracias a sus colores y efectos de luz, estimula los sentidos y la imaginación. Sobre la limitada estructura de esta formación se ubica una alberca techada que, con el movimiento de la luz solar proyectada en las paredes azules y rojas, produce un efecto de vibración óptica. Es curioso que en esta obra el arquitecto usara los colores canónicos del neoplasticismo holandés: el amarillo del pasillo de la entrada, junto con el azul y el rojo de la alberca. Además, en las grandes paredes del patio central se impone el rosa, rompiendo con la paleta de los colores primarios del área interior. La casa es una obra de ruptura en la trayectoria de Barragán, pues concentra una serie de elementos sensoriales en un solo espacio constructivo. Esta obra ha fascinado al gremio de arquitectos y, quizá con mucha mayor intensidad, ha maravillado a creadores contemporáneos de otras disciplinas.

La artista mexicoamericana Claudia Peña Salinas (1975) ha intervenido el espacio de la Casa Gilardi para la GAMA Week 2025 con una serie de elementos que dialogan con el lenguaje arquitectónico de Luis Barragán. El proyecto recicla materiales presentes en la Casa Estudio del propio arquitecto con el propósito de activar, de manera puntual, los espacios construidos en la primera planta de esta icónica edificación. Recientemente, Peña Salinas ha desarrollado un cuerpo de obra que resalta la cosmogonía de las comunidades indígenas del centro de México, siempre en conexión con la gran arquitectura y el diseño internacional de los siglos XX y XXI. Ejemplo de ello son las instalaciones espaciales compuestas por ligeros postes de metal dorado —similares a los utilizados en mobiliarios industriales— cubiertos con hilo de algodón teñido, además de una serie de pequeños objetos de carácter ceremonial. En estos proyectos la artista recubre con hilo de algodón los espacios vacíos ubicados al interior de una serie de estructuras cúbicas. Dentro de estos cubos hilados aparece el patrón geométrico del conocido tzicuri (ojos de Dios), elaborado por las comunidades wixaritari de la Sierra Madre de Nayarit, Durango y Zacatecas.

Para la intervención en la Casa Gilardi la artista ha elegido un conjunto de objetos que, en este caso, nos remiten directamente a la vida del arquitecto. Peña Salinas nos revela los elementos principales que conforman las colecciones de arte, y los electrodomésticos, de la Casa Barragán. Ha pintado, en seda, objetos cotidianos con una carga poética e industrial: una calavera de piedra, un reloj de repisa, unas pinzas de acero para chimenea, un pie de yeso y una pintura de Josef Albers. Todos estos objetos de la Casa Estudio Luis Barragán reaparecen ahora en la Casa Gilardi, pero gracias a su desplazamiento estratégico los vemos transformados en sutiles imágenes. Estas figuras fueron concebidas con pigmentos extraídos de la flor de jacaranda, que contiene antocianinas, un tipo de sustancia tintórea que ofrece suaves tonalidades, en este caso, ocres y amarillas. Lo interesante es que las piezas emblemáticas de la casa del arquitecto, al ser trasladadas visualmente de un lugar a otro, adquieren nuevas connotaciones semánticas. Estos objetos y materiales son connaturales a la construcción y al lenguaje creativo de Luis Barragán. Tal vez por ello funcionen como ofrendas o, incluso, como ready-mades que resignifican los pasillos y salones de la Casa Gilardi.

Otro elemento representado en este espacio constructivo es La serpiente, creada por un amigo y colaborador cercano: Mathias Goeritz (1915-1990). Esta obra, originalmente concebida por el artista alemán para el patio del Museo Experimental El Eco en 1953, es una escultura monumental de hierro negro con quiebres rectos. Peña Salinas la ha recreado en un recorte de MDF y la ha ubicado en el pasillo que conduce a la alberca. La forma serpentina, recubierta con tela sintética reflejante, vibra con el amarillo del muro y nos conduce directamente al agua. Esta experiencia, con claras reminiscencias del dios Tláloc, une los elementos vitales del cosmos en un recorrido de tiempo y espacio metafísicos. Merece particular atención la vista de la jacaranda al ingresar al área de la alberca, pues, sorpresivamente, es el único elemento vivo integrado a la arquitectura.

Luis Barragán definió sus materiales y su lenguaje a partir de una experiencia fundamentalmente rural. No olvidemos que, aunque nacido en Guadalajara, creció y se educó en el entorno montañoso de Mazamitla. Por ello, sus atmósferas poseen una esencia sutilmente vernácula, y sus jardines son libres y salvajes. El agua, la jacaranda y los objetos personales contenidos en este espacio son ahora también parte de la gran instalación de Claudia Peña Salinas. Con su intervención en la casa entramos a un mundo que cruza el diseño con el chamanismo. Barragán, profundamente católico, también conjugó su fervor espiritual con su amor por el diseño y la construcción. Los colores intensos y los objetos desplegados en esta exposición dan cuenta de esta aventura.

-Patrick Charpenel

CURRO | Saenger Galería
Casa Gilardi de Luis Barragán
Ciudad de México

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